viernes, 4 de enero de 2008

Reflexiones

CON ALMA DE CAMPEÓN

Jorge Meléndrez

No hay duda que uno de los peores enemigos del hombre ante la vida, son las adversidades, esos momentos que nos rompen el alma y el corazón por que se presentan de manera inesperada y contrarias a nuestros deseos.

Ante cualquier situación adversa, es común sentirse agobiado, impotente, indefenso, e incluso enojado con la vida, terminando por arremeter incluso, en contra de las personas que más debemos amar y respetar. Las adversidades son la llave que nos abre el flujo de todo lo malo que podemos llevar dentro de nosotros mismos, y nos despiertan una amplia gama de otras emociones igualmente negativas, situación ante la cual, por lo general nos refugiamos en todo lo que nos puede generar adicciones creyendo que así es como podemos cambiar el curso de nuestra vida. ¡Nada más lejos de la realidad!

Es Precisamente en el manejo de nuestras emociones, donde necesitamos comenzar a trabajar, pues las adversidades son retos que la vida nos presenta y a la vez, oportunidades para darnos cuenta de la fragilidad que tenemos y la necesidad de trabajar intensamente para crecer como personas.

Las adversidades son amenazas que nos trastocan y en muchas ocasiones nos cambian la perspectiva de las cosas, tanto que incluso, nos hacen cambiar como seres humanos. Si de siempre fuimos educados en la verdad, nos convertimos en mentirosos, si fuimos formados en el respeto, nos volvemos irreverentes, si nuestros principios de vida estaban fincados en la fe en Dios, las adversidades nos endurecen y le damos la espalda.

Entre las muchas recomendaciones que los expertos nos dan para fortalecer nuestro carácter, y aprender a manejar nuestras emociones, es que ante una adversidad, podemos respirar profundo y pausadamente, contar hasta diez, relajar nuestro cuerpo, escuchar música suave, cambiar nuestro ambiente, hacer algo de ejercicio, darnos un baño de agua fría o cualquier cosa que nos ayude a relajarnos y percibir los hechos tal como son, y no como sentimos que nos amenazan.

Hay una pequeña historia que leí en Internet, y que nos ilustra muy bien como debemos discernir y enfrentar las adversidades. Cuenta la historia que un papá, cierto día, en que su hijo se encontraba agobiado y sin saber que hacer, llenó tres ollas con agua y las colocó sobre la estufa. Pronto el agua de las tres ollas estaba hirviendo. En una colocó zanahorias, en la otra huevos y en la última granos de café y las dejó hervir sin decir palabra.
Le pidió a su hijo que esperara pacientemente, sin embargo, intrigado se preguntaba a si mismo qué estaría haciendo su papá. A los veinte minutos éste apagó el fuego, sacó las zanahorias y las colocó en un tazón. Extrajo también los huevos y los colocó en otro plato. Finalmente, coló el café y lo puso en un tercer recipiente. Mirando a su hijo le preguntó: --¿qué ves? --Zanahorias, huevos y café, fue la respuesta. Entonces le pidió acercarse para que tocara las zanahorias que estaban blandas, luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera para ver lo duro que se había puesto al ser hervido y al final le pidió que probara el café. El muchacho sonrió mientras disfrutaba de su rico aroma y humildemente preguntó: --¿Qué significa todo esto papá?
Amorosamente su papá le explicó que los tres elementos habían enfrentado la misma adversidad: agua hirviendo, pero habían reaccionado en forma diferente. La zanahoria llegó al agua fuerte, dura; pero después de pasar por el agua hirviente se había vuelto débil, fácil de deshacer. El huevo, en cambio, había llegado al agua frágil, pues su cáscara fina protegía su interior líquido; pero después de estar en agua caliente, su interior se había endurecido. Los granos de café sin, embargo, después de estar en agua hirviente, la habían transformado en un sabroso brebaje.
-- ¿Cual de ellos eres tú?, le preguntó. --Cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿cómo respondes? ¿Eres una zanahoria que parece fuerte pero que cuando la adversidad y el dolor te tocan, te vuelves débil y pierdes tu fortaleza? ¿Eres un huevo, que comienza con un corazón maleable y un espíritu fluido, pero después de una muerte, una separación, o un problema te haz vuelto duro y rígido? Por fuera te ves igual, pero ¿eres amargado y áspero, con un espíritu y un corazón endurecido? ¿O eres como un grano de café? El café cambia al agua hirviente, cambia el elemento que le causa dolor. Cuando el agua llega al punto de ebullición, o sea el de mayor tortura, el café alcanza su mejor sabor. Si eres como el grano de café, cuando las cosas se ponen peor tú reaccionas mejor y haces que las cosas a tu alrededor mejoren. (Fin de la historia)

Moraleja: Cuando aprendemos a manejar las adversidades con alma de campeón, y las convertimos a nuestro favor, como el café al agua, entonces nos suceden cambios radicales en nuestra conducta. ¿Dónde esta el secreto? En fortalecer nuestros valores y virtudes humanas que a su vez, son el principal ingrediente para templar nuestro carácter. JM Desde la Universidad de San Miguel.

udesmrector@gmail.com

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