martes, 22 de enero de 2008

Reflexiones

APRENDIENDO A LLENAR NUESTRA VIDA

Jorge Meléndrez

Los seres humanos sabemos que nuestra vida es como un gran recipiente en el cual vamos almacenando experiencias, aprendizajes, actitudes, modos de ser, emociones entre otras cosas más que conforman un todo que a lo largo del tiempo le llamamos Vida. En ese sentido el hombre lleva lo sagrado en el interior de su persona, pues es fuerte por que procede del padre, y busca de manera natural el bien, por que procede del bien, y que si en algún momento es tentado por el mal, no por que sea malo, sino precisamente por que es consustancialmente bueno y dotado de libertad para decidir.
Ese gran recipiente es del tamaño y la magnitud que uno quiere, así como también, la calidad de sus contenidos está en función de lo que cada quién queramos almacenar, de tal suerte que si lo llenamos de cosas vanas e insulsas, así es como será nuestra vida, y si lo vamos llenando con cosas constructivas, y de experiencias gratificantes, nuestra vida será siempre un almacén de cosas gratas y armoniosas, por lo que al final siempre podremos decir que la vida ha valido la pena vivirla.

Somos nosotros con nuestro libre albedrío, quienes vamos eligiendo que y cuanto de tal cosa debemos y queremos almacenar, y sobre todo, de no ir dejando huecos de vida que nos generen angustias y sufrimientos, pues son estos los que nos atormentan por ser espacios vacíos que no pudimos o bien no supimos llenar a tiempo y que nos lastiman la vida pues nos hacen recordar que algo nos falto para ser y estar completos y realizados.

Es por ello que debemos estar siempre conscientes que nuestra vida al final es lo que nosotros hagamos de ella, y que nadie podrá vivir nuestra vida si no es que nosotros mismos, que además, la vida no espera y que en ese sentido el tiempo es algo inexorable y no se detiene por nosotros, y que lo que no hayamos almacenado en su momento, quizá ya no lo podamos hacer.

Que la suma de nuestros activos tiene que ver con nuestras buenas acciones y experiencias y que nuestros pasivos, cuando son mayores, nos generarán siempre un déficit de vida, siendo ahí donde podemos identificar los grandes huecos o vacíos existenciales que tenemos y que vienen a ser la puerta por donde dejamos entrar, cuando somos débiles y faltos de carácter, a las fatuidades de la vida.
No son pocos los personajes que al final de su vida se han dado cuenta de lo mal que han vivido, y en la premura o la intención de llenar los huecos vacíos, sin el soporte espiritual adecuado, y con la debilidad manifiesta, entran en estados de angustia y depresión y terminan desperdiciando aún más su vida como cobardes y perdedores. Nunca aprendieron a encontrar el camino de la luz.
La nostalgia de Dios que llevan estos hombres en su corazón, los llevan a vivir en una permanente tensión de búsqueda que se plasma en las diversas manifestaciones humanas. Sin embargo todos podemos ser testigos en primera persona que el ruido del mundo, la rutina, el activismo y otros no lo ayudan a “entrar en sí mismo” para lograr aquel encuentro que añora desde lo profundo de su ser. Se requiere templanza y fortaleza de carácter para encontrar a Dios, quien nunca se va de nosotros.
Quienes lo han encontrado, son hombres, recios y fuertes de carácter, hombres que han sabido hacer un alto en su camino, que han sabido reflexionar a tiempo y han hecho un buen balance de su vida, y frente al déficit encontrado, analizan sus posibilidades y potencialidades, se llenan de espiritualidad y avanzan paso a paso hacia un mundo mejor viviendo cada día y llenando esos huecos con cosas y experiencias positivas, ayudándose a si mismos y a otros a encontrar su sendero luminoso. Así es la presencia de Dios en esta clase de hombres.

Estos últimos son hombres de alma grande que terminan siendo héroes anónimos en la vida de muchos otros que los miran como ejemplo a seguir, personajes ejemplares que a pesar de todas las adversidades tuvieron la reciedumbre de salir airosos y sin mancha de los pantanos de la vida. Son seres humanos ejemplares sin aureola de santos pero con la condición de ser simplemente hombres.
La diferencia entre unos y otros es su acendrado amor a Dios, a ese supremo hacedor de todas las cosas, el único que propicia la presencia de lo trascendente, que cautiva el corazón del hombre, y con quién al ser su imagen viva, busca encontrarse. Y tú, ¿Ya te llenaste del espíritu de Dios? JM Desde la Universidad de San Miguel.
udesmrector@gmail.com

lunes, 21 de enero de 2008

Reflexiones

LA BENDICIÓN DE SER ABUELO

Jorge Meléndrez

El tiempo es un compañero inexorable en la vida de los seres humanos, siempre está con nosotros avanzando de tal manera que pareciera que no deja huella, sin embargo, está ahí, en cada arruga y en cada expresión de nuestro rostro recordándonos que tiene el poder del ahora, como lo tuvo en el ayer de nuestras vidas.

Ayer, teníamos la ventaja de planear para el largo plazo, sin embargo, hoy, en el umbral de la tercera edad, solo podemos hacerlo para pocos años, con la seguridad de que aquellos planes que hicimos antes, y que involucraban a nuestros hijos, tendrán hoy la continuidad deseada por el trabajo que ellos realicen con sus propios hijos, es decir, con nuestros nietos.

En realidad, no importa la edad que se tenga, pues la vida del hombre es como la de un árbol, donde sus ramas son los hijos y sus hojas son sus nietos. La gran diferencia estriba que debido a la edad en nuestros primeros años de matrimonio, no pudimos disfrutar plenamente a los hijos, por estar demasiado ocupados en fincar un patrimonio digno, sin embargo con el transcurrir del tiempo, terminamos disfrutando mucho más de nuestros nietos, como lo que son, una extensión de nuestros hijos y por ello parte de uno mismo, además de que tenemos mas tiempo para ellos y son quienes harán perdurar nuestra vida a través del tiempo.

Ser abuelo es una de las experiencias más maravillosas que Dios nos ha dado a las personas, pues tener en nuestros brazos a un pequeño a quien se reconoce como propio, es una sensación que conlleva mucho de alegría interna de vivir, pues es un pequeño ser que forma parte de nuestra descendencia, situación que le agrega a la vida de los abuelos, un sabor especial en la vida cotidiana. En ese sentido, es una bendición el ser abuelo.

Un nieto hace renacer en los abuelos el espíritu del niño que llevan dentro, pero que habían dejado muy atrás en el rincón de los recuerdos y al despertar ese espíritu infantil, les permite ver de nuevo lo maravilloso de la vida y de las pequeñas cosas que un día les causaron asombro y alegría, como por ejemplo, perseguir el vuelo de una mariposa, el color cambiante de una burbuja de jabón o los colores del arco iris.

A través de los ojos de un niño que lleva la sangre de los hijos y la propia, se ven cosas olvidadas de la infancia, que jamás se pensó que permanecían en la memoria. De pronto se sabe de nuevo cachar una pelota, brincar la cuerda o simplemente hacer gestos y gesticulaciones con el fin de representar a los personajes de un cuento; o bien, contar una historia donde el personaje principal sea el nieto a quién buscamos despertarle la imaginación y la risa espontánea. Ellos son los incansables héroes de los juegos y nosotros, los abuelos, quienes siempre terminamos rendidos y con dolor en las rodillas.

En realidad debo admitirlo, me resulta muy difícil tocar el tema de la bendición de ser abuelo, sin dejar de recordar las anécdotas que me han hecho vivir mis pequeños nietos David Alberto y Jorge Miguel, más ahora que ya están viviendo las experiencias de ir a la escuela y convivir con otros niños de su misma edad, advirtiendo que hoy en día, el Jardín de Niños resulta altamente beneficioso en el desarrollo emocional de los pequeños.

Tengo muchos y muy buenos amigos que coinciden conmigo en la bendición de ser abuelo, pues en muchas ocasiones en reuniones de café, siempre hay quién toca el tema de las gracias y peripecias de los nietos, y por lo general, terminamos aceptando que las actitudes y aprendizajes que tienen hoy en día los niños, se debe en gran parte a la influencia de la tecnología, sobre todo la Internet, la televisión y los celulares entre otros.

Yo creo que en cada abuelo hay una historia que contar y en cada nieto, un abuelo a quien admirar, pues generalmente, se es abuelo cuando las experiencias vividas nos permiten adoptar el papel de sabios frente a los nietos, que sorprendidos pueden ver y sentir que el abuelo sabe cosas que la vida le ha enseñado.

Los abuelos les damos a los nietos consejos, abrazos y anécdotas, sin embargo, no debemos olvidar que en esencia, es mucho más lo que los nietos pueden proporcionarle a los abuelos, siendo en esto último, donde radica la verdadera bendición de ser abuelos. JM Desde la Universidad de San Miguel.

udesmrector@gmail.com