domingo, 11 de mayo de 2008

Reflexiones

EDUCAR EL CARÁCTER

Jorge Meléndrez

El carácter es uno de los ingredientes que nace de la conciencia del ser humano y que le sirve para ubicarlo dentro del contexto de su realidad social. Es el sello personal e intransferible que identifica al hombre y lo hace ser diferente de cada uno de sus semejantes. Es al mismo tiempo, un producto del aprendizaje que ubica al hombre como “persona” y que lo lleva a realizar actos solidarios a favor de los demás, o bien, actos destructivos tanto para si mismo como para quienes lo rodean. Un carácter negativo, ubica a las personas como seres antisociales y de alguna manera, dañinas para el resto de las personas, en tanto que un carácter afable, hace del hombre un ser digno y respetado.

El carácter tiene su soporte biológico en el temperamento y este último, está determinado por factores genéticos que inciden en las manifestaciones conductuales del hombre, por lo que la educación del mismo, es una tarea que debe darse dentro del hogar.

La ausencia de esta responsabilidad por parte de los padres, propicia que los hijos crezcan en un ambiente familiar donde les son resueltos todos sus problemas y en consecuencia, crecerán inutilizados para saber defenderse por si mismos, mientras que el temple y la audacia, serán producto de un carácter proactivo de quién aprendió a decidir por si mismo desde edad temprana dentro del hogar.

Cuando los padres entiendan que llegará el momento de que sus hijos tendrán que volar solos, y que tal vez no estén para ayudarlos a tomar decisiones, es cuando empezarán a poner en práctica acciones que lleven a educar el carácter de sus hijos. Algunos autores estudiosos del carácter, nos enseñan que educar el carácter es un proceso evolutivo que se inicia desde edades tempranas hasta llegar a su completa expresión en el final de la adolescencia.

En la manifestación del carácter, se ponen en evidencia dos grandes componentes que nacen desde el alma mismo del individuo, que vienen a ser las emociones y las actitudes, de ahí que existan diferentes tipos de manifestaciones del carácter derivadas por la combinación que se da de estos dos componentes, la emoción y la acción. Así, tenemos personas que manifiestan cualquiera de las tipologías siguientes:

El nervioso. Quién cambia continuamente de intereses y de ocupación. Este tipo de carácter se entusiasma con lo nuevo, pero este sólo busca de ello lo que es práctico, le falta orden, disciplina y perseverancia en las cosas. Tiene una voluntad débil, es inestable, sociable, cariñoso y extrovertido.
El sentimental: Es muy sensible, tímido, pesimista, busca el aislamiento y la soledad, es difícil de reconciliar y se desmoraliza rápidamente. Es inseguro y rencoroso y en el trabajo es lento e indeciso.
El Colérico: Siempre vive ocupado en cosas. Es un atrevido para hacer cosas nuevas. Debido a sus arrebatos, improvisa, se precipita, despilfarra energía y cae en la dispersión. Abandona las cosas cuando aparece algún peligro. Es un extrovertido.
El Apasionado: Posee una gran memoria e imaginación. Tiene una gran capacidad de trabajo. Vive siempre ocupado. Tiene afición al estudio y le gusta todo tipo de tareas. Prefiere trabajar sólo. Estudia de forma ordenada y metódica. Se destaca en lectura, historia, redacción y matemáticas. Le interesa lo social, lo religioso y político.
El sanguíneo: Es muy poco sensible. Sólo le mueven los resultados a corto plazo. Tiene tendencia a mentir para conseguir lo que quiere. Es cerebral. Piensa todo fríamente. Es optimista, social y extrovertido. Es curioso. Le gusta tocar todo. Se adapta bien a cualquier ambiente. Aunque es trabajador, se deja llevar por la superficialidad y la chapucería.
El Flemático: Es reposado y tranquilo, reflexivo y callado Es muy ordenado y le gusta trabajar solo. Es puntual y se preocupa por la exactitud de todas las cosas. La inteligencia del flemático es lenta, pero profunda. Tiene una buena aptitud para comprender lo esencial de las cosas. Es dócil y metódico.
El amorfo: Es perezoso, su vida esta sujeta al ciclo de comer-dormir-comer. Es poco original, se deja llevar por el ambiente. Es despilfarrador, impuntual y carece de entusiasmo. Es social y extrovertido. Razona con mucha lentitud y analiza las cosas de forma superficial. Huye de cualquier esfuerzo. Suele aplazar las tareas. Es torpe y desordenado.
El Apático: Es cerrado en sí mismo. Es melancólico. Es irreconocible y testarudo. Es perezoso. Rutinario. Pasivo e indiferente. Carece de estimulo y actividad. Es un pobre de ideas. Es apático y poco interesado en actividades.
El hombre debe pues, ser educado en el seno del hogar, para aprender a tomar decisiones a lo largo de su vida, ya que serán precisamente estas decisiones las que de alguna manera le ayudarán a identificar y modelar su carácter y lo ubicaran como un ser social dentro del entorno en el que viva. JM Desde la Universidad de San Miguel.

udesmrector@gmail.com
Reflexiones

EDUCAR EL CARÁCTER

Jorge Meléndrez

El carácter es uno de los ingredientes que nace de la conciencia del ser humano y que le sirve para ubicarlo dentro del contexto de su realidad social. Es el sello personal e intransferible que identifica al hombre y lo hace ser diferente de cada uno de sus semejantes. Es al mismo tiempo, un producto del aprendizaje social que ubica al hombre como “persona” y que lo lleva a realizar actos solidarios a favor de los demás, o bien, actos destructivos tanto para si mismo como para quienes lo rodean. Un carácter negativo, ubica a las personas como seres antisociales y de alguna manera, dañinas para el resto de las personas, en tanto que un carácter afable, hace del hombre un ser digno y respetado.

El carácter tiene su soporte biológico en el temperamento y este último, está determinado por factores genéticos que inciden en las manifestaciones conductuales del hombre, por lo que la educación del mismo, es una tarea que debe darse dentro del hogar.

La ausencia de esta responsabilidad por parte de los padres, propicia que los hijos crezcan en un ambiente familiar donde les son resueltos todos sus problemas y en consecuencia, crecerán inutilizados para saber defenderse por si mismos, mientras que el temple y la audacia, serán producto de un carácter proactivo de quién aprendió a decidir por si mismo desde edad temprana dentro del hogar.

Cuando los padres entiendan que llegará el momento de que sus hijos tendrán que volar solos, y que tal vez no estén para ayudarlos a tomar decisiones, es cuando empezarán a poner en práctica acciones que lleven a educar el carácter de sus hijos. Algunos autores estudiosos del carácter, nos enseñan que educar el carácter es un proceso evolutivo que se inicia desde edades tempranas hasta llegar a su completa expresión en el final de la adolescencia.

En la manifestación del carácter, se ponen en evidencia dos grandes componentes que nacen desde el alma mismo del individuo, que vienen a ser las emociones y las actitudes, de ahí que existan diferentes tipos de manifestaciones del carácter derivadas por la combinación que se da de estos dos componentes, la emoción y la acción. Así, tenemos personas que manifiestan cualquiera de las tipologías siguientes:

El nervioso. Quién cambia continuamente de intereses y de ocupación. Este tipo de carácter se entusiasma con lo nuevo, pero este sólo busca de ello lo que es práctico, le falta orden, disciplina y perseverancia en las cosas. Tiene una voluntad débil, es inestable, sociable, cariñoso y extrovertido.
El sentimental: Es muy sensible, tímido, pesimista, busca el aislamiento y la soledad, es difícil de reconciliar y se desmoraliza rápidamente. Es inseguro y rencoroso y en el trabajo es lento e indeciso.
El Colérico: Siempre vive ocupado en cosas. Es un atrevido para hacer cosas nuevas. Debido a sus arrebatos, improvisa, se precipita, despilfarra energía y cae en la dispersión. Abandona las cosas cuando aparece algún peligro. Es un extrovertido.
El Apasionado: Posee una gran memoria e imaginación. Tiene una gran capacidad de trabajo. Vive siempre ocupado. Tiene afición al estudio y le gusta todo tipo de tareas. Prefiere trabajar sólo. Estudia de forma ordenada y metódica. Se destaca en lectura, historia, redacción y matemáticas. Le interesa lo social, lo religioso y político.
El sanguíneo: Es muy poco sensible. Sólo le mueven los resultados a corto plazo. Tiene tendencia a mentir para conseguir lo que quiere. Es cerebral. Piensa todo fríamente. Es optimista, social y extrovertido. Es curioso. Le gusta tocar todo. Se adapta bien a cualquier ambiente. Aunque es trabajador, se deja llevar por la superficialidad y la chapucería.
El Flemático: Es reposado y tranquilo, reflexivo y callado Es muy ordenado y le gusta trabajar solo. Es puntual y se preocupa por la exactitud de todas las cosas. La inteligencia del flemático es lenta, pero profunda. Tiene una buena aptitud para comprender lo esencial de las cosas. Es dócil y metódico.
El amorfo: Es perezoso, su vida esta sujeta al ciclo de comer-dormir-comer. Es poco original, se deja llevar por el ambiente. Es despilfarrador, impuntual y carece de entusiasmo. Es social y extrovertido. Razona con mucha lentitud y analiza las cosas de forma superficial. Huye de cualquier esfuerzo. Suele aplazar las tareas. Es torpe y desordenado.
El Apático: Es cerrado en sí mismo. Es melancólico. Es irreconocible y testarudo. Es perezoso. Rutinario. Pasivo e indiferente. Carece de estimulo y actividad. Es un pobre de ideas. Es apático y poco interesado en actividades.
El hombre debe pues, ser educado en el seno del hogar, para aprender a tomar decisiones a lo largo de su vida, ya que serán precisamente estas decisiones las que de alguna manera le ayudarán a identificar y modelar su carácter y lo ubicaran como un ser social dentro del entorno en el que viva. JM Desde la Universidad de San Miguel.

udesmrector@gmail.com