domingo, 18 de mayo de 2008

Reflexiones

UNA MIRADA A NUESTROS PROBLEMAS SOCIALES

Jorge Meléndrez

Un problema social que se ha vuelto a instalar en el centro de las preocupaciones de nuestra sociedad sinaloense, es el estado actual de la relación entre la cultura social predominante y el mundo de los valores distorsionados por la subcultura avasallante ya conocida.

Esto quizá no sea privativo de nuestra sociedad, pues la mayor parte de los conflictos que desgarran a las sociedades desde el tramo final del siglo pasado hasta estos primeros años del siglo XXI, están cargado de incertidumbres y de inseguridades, debido al avance de concepciones impregnadas de un creciente relativismo moral y de pérdida de valores y espiritualidad.

En efecto, el relativismo moral se ha visto favorecido, entre otras causas, por la tendencia a la disolución de la familia, que es el ámbito natural en el que se transmiten los principios y las nociones de orden moral sobre los cuales se construye el andamiaje de una sociedad fundada en la convivencia y en el respeto a la dignidad de las personas.

Si echamos una mirada a nuestro alrededor, podemos ver que se siguen avasallando los derechos humanos, que la violencia sigue prevaleciendo sobre la razón, que la guerra sigue siendo una manera inevitable de dirimir los desacuerdos internacionales, que se privilegia el poder del dinero sobre el ser del hombre, elementos todos que en esta sociedad de vertiginoso avance de las telecomunicaciones, han propiciado la ausencia de principios éticos, la ruptura del orden moral y la distorsión de la sana convivencia.

Las causas hay que buscarlas en la irrupción de generaciones humanas desconectadas de toda posibilidad de distinguir entre el bien y el mal, probablemente porque crecieron al abrigo de una visión utilitaria y relativista de las cosas, huérfana de toda creencia en los valores estables y en la sacralidad de la vida humana.

Si ante los efectos devastadores de las crisis económicas, tarda en asomar un sentimiento de solidaridad capaz de atenuar el sufrimiento de los sectores más desprotegidos, ello obedece a que falta en las franjas sociales con mayor poder de decisión, un sistema de pensamiento fundado en el reconocimiento de valores éticos objetivamente ciertos.

Cuanto se haga para fortalecer a la familia, célula del organismo social y reducto espiritual en el que se templan el carácter y el respeto a los valores más nobles del espíritu humano, contribuirá de manera decisiva a erradicar los factores que conspiran contra la armonía y el entendimiento social. El debilitamiento del hogar y la familia, es el origen de la mayoría de los males que corroen a la sociedad de este tiempo; la delincuencia juvenil, la corrupción, la desorientación de los jóvenes, el avance de la drogadicción, el armamentismo, la ausencia de un sentido de la vida y, sobre todo, la pérdida de la espiritualidad.

La avalancha de delitos es un fenómeno que está cobrando vigencia en nuestro estado y nuestro país al igual que en otros lugares del mundo y obedece fundamentalmente, al descalabro de los principios éticos básicos, como consecuencia de la crisis que atraviesa la familia, que ha dejado de ser un ámbito de contención y de acompañamiento para los niños y adolescentes en su proceso de crecimiento como personas sanas socialmente hablando.

Ante la declinación alarmante de las reservas morales y culturales capaces de frenar los peores instintos del alma humana, no hay seguramente mejor estrategia de largo alcance que la defensa y la preservación del núcleo familiar, ese espacio primario en el que se construyen los cimientos de la personalidad y se planta la semilla de los valores que habrán de modelar y regir los comportamientos de las generaciones venideras.

Si los gobernantes se quieren ocupar sinceramente del bien de la sociedad, deberán entender, en primer término, que la familia además de ser una unidad jurídica, social y económica, es fundamentalmente una comunidad de amor y de solidaridad, célula social insustituible para la enseñanza y transmisión de los valores culturales, éticos y sociales, esenciales para el desarrollo y bienestar de todos los ciudadanos.

El rol de la familia en la transmisión y conservación de los valores morales requiere de un análisis profundo y desapasionado donde se examinen las cuestiones más candentes de la relación entre padres e hijos y de otros aspectos vinculados con la problemática familiar y educativa.

Ahí esta Sociedad Educadora, esperando su oportunidad de ser considerada como una organización ciudadana que busca coadyuvar a la solución de estos problemas, pues estamos seguros que el problema de raíz no se solucionará con más armas, sino con una nueva forma de concebir nuestras relaciones sociales de convivencia. ¡Gracias! JM Desde la Universidad de San Miguel.

udesmrector@gmail.com