martes, 1 de enero de 2008

Reflexiones

LA ALEGRÍA DE VIVIR

Jorge Meléndrez


Una de las cosas que los seres humanos vamos adquiriendo conforme avanza el tiempo y se acumula la edad en nuestro rostro, es la alegría de vivir. Pareciera que el optimismo por la vida se acrecienta diariamente de manera inversa y proporcional con cada uno de los detalles que vivimos diariamente.

En ocasiones solo basta una llamada telefónica de alguien que nos regala sus mejores deseos para esta navidad para sentir la alegría de vivir. Es lo que necesitamos los humanos para sentirnos que formamos parte de una cadena de amor junto con todas las personas que amamos y nos aman.

En verdad, son estos pequeños detalles los que nos brindan la oportunidad de darle gracias a Dios por la vida que nos regala diariamente como un padre amoroso que procura la fe y la esperanza para sus hijos.

Vivir de esta manera, es mantener el optimismo por todas las cosas de la creación que nos son gratis, como la luz del sol, el aroma de las flores, el agua de los arroyos, la lluvia pertinaz, la nieve del invierno, el canto de las aves y un sin fin de elementos que nos rodean y que nos hacen la vida agradable.

Hay una pequeña historia que cuenta Miguel Ángel Cornejo en su enciclopedia de la excelencia, que nos ilustra muy bien lo que Dios quiere para nosotros los humanos, al regalarnos todas esas cosas bellas que disfrutamos diariamente.

La historia dice que cierto día, “…llamaron a las puertas del cielo tres alpinistas que habían muerto instantáneamente en un accidente al caer desde lo más alto de la montaña Punta de Flecha.”

“En la entrada, un ángel que se encargaba de recibir a los recién llegados, interrogó a cada uno de ellos sobre sus últimos pensamientos durante la fatal caída.”

“El primero contestó: --¡Yo pensé en mi esposa y en mis hijos, en la penosa situación económica en que los iba a dejar pues yo era el único sustento de mi familia!” El ángel entonces le negó la entrada inmediata al cielo.

El segundo alpinista confesó: --¡Yo juré arrepentirme de todos mis pecados, de lo que hice mal y de lo que omití hacer y pedí perdón a todos aquellos a quienes lastimé! El ángel sentenció: --¡Tú tampoco puedes entrar ahora al cielo, tendrás que esperar un poco”.

El tercer montañista titubeó antes de hablar, por lo que el ángel insistió: --¡Anda, dinos lo que pensaste al caer! --¡Lo que pasa, es que tengo pena de lo que sentí, --contestó y tras un momento de silencio continuó comentando: --Sabes, ángel, yo siempre, desde niño, soñé con volar, de ahí mi afición a escalar grandes montañas, por ello cuando me vi en tal situación, lo único que tuve presente en aquel instante fue la hermosa sensación de flotar y surcar el aire, de poder admirar desde lo alto las maravillas de la naturaleza y todas las maravillas de la creación” Sabía claro, que no sobreviviría, pero en aquel momento solo pensé en disfrutar aquella experiencia única!

El ángel entonces le dijo: --¡Tú sí puedes entrar al cielo porque tuviste la capacidad de disfrutar de la creación y tendrás por supuesto, la capacidad de disfrutar del cielo! (Fin de la historia)

Como moraleja, podemos decir que estando por vivir las fiestas del nacimiento del niño Jesús, principal motivo de la navidad debemos siempre de abrir nuestros sentidos, para escuchar el eco de las cosas bellas que nos rodean, buscando con ello una perfecta sintonía con nuestro espíritu. De esta manera, sentiremos la magia de la naturaleza y de la vida que late en los demás seres, y en consecuencia, nos sentiremos inundados de la paz, la fuerza, el orden y la belleza de esa maravillosa sinfonía de la creación en todo su esplendor. Y es que la fe en Dios y el amor por la vida, son en sí mismos unos generadores constantes de alegría. ¡Feliz Navidad a todos mis lectores! JM Desde la Universidad de San Miguel.

udesmrector@gmail.com

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