martes, 1 de enero de 2008

Reflexiones

PARA LOS ANGELES
DEL HOGAR

Jorge Meléndrez


Siempre lo he dicho, Diciembre es un mes mágico, pues es cuando afloran en el ser humano los sentimientos que lo hacen ser verdaderamente humano, verdaderamente cristiano. Cierto, este es un mes de profundas reflexiones, sobre todo de aquellos aspectos de las vida que nos invitan a ser armoniosos y tolerantes, respetuosos y llenos de amor y de concordia, situación que estoy seguro, se da en la gran mayoría de los hogares, pues son muy pocas las personas que de manera consciente le dan la espalda a las tradiciones religiosas inculcadas en las raíces familiares.

Una de esas tradiciones es el nacimiento de Jesús, el Cristo redentor que a dos mil años de distancia, aún mueve a miles y miles de personas a reflexión profunda, aún a aquellos que apartados del deber ser, muy a su manera y dentro de un personal código de conducta, guardan un profundo respeto a las imágenes religiosas. Es la magia de la navidad.

En realidad, estas fechas debemos vivirla todos en profunda meditación, pues todos, por naturaleza humana, tenemos algo de que arrepentirnos, algo de lo cual estamos conscientes que hicimos mal y que debemos cambiar para vivir en paz con nuestra conciencia, ese juez silencioso que nos recuerda con frecuencia nuestras malas acciones.

La navidad se ha convertido también en época de regalos, sobre todo materiales que simbolizan las ofrendas que los Reyes de Oriente le hicieran al niño Jesús guiados por la estrella de la buena nueva. Dar regalos tiene un simbolismo de afecto, y aunque pareciera una tradición pagana, tiene también un profundo sentido religioso, pues es una buena manera de demostrar afecto a los seres queridos.

Dar y recibir regalos, es una tradición, como lo es también la cena de la noche buena en el hogar, como símbolo de abundancia y de buenos propósitos, y sobre todo, aunque esto ya se haya olvidado un poco, con la idea de dar posada a los santos peregrinos. En efecto, ojala en todos los hogares se retomara la antigua tradición de pedir y ofrecer posada antes de la cena, como una forma de hacer oración comunitaria y familiar por el nacimiento del niño Jesús.

En cada hogar, estoy seguro, hay siempre en la mesa de noche buena al menos un adulto mayor, un abuelo o abuela que como ángeles del hogar, nos recuerdan la obligación que tenemos con quienes simbolizan nuestras raíces familiares. A estos ancianitos o ancianitas debemos prodigarles toda nuestra atención, comprensión y benevolencia, pues es lo que más necesitan. Son a ellos a quienes debemos otorgarles sin regateo nuestros mayores afectos, pues es lo que los mantiene vivos en sus recuerdos. Cada uno de ellos son historias vivas, testimonios de amor y de ayuda desinteresada. JM Desde la Universidad de San Miguel.
udesmrector@gmail.com

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