sábado, 25 de octubre de 2008

Reflexiones

EL HOMBRE ENTRE LA ÉTICA Y LA MORAL

Jorge Meléndrez


Para entender los conceptos de uso cotidiano, es conveniente recurrir a las raíces etimológicas, ya que en muchas ocasiones, la costumbre distorsiona el real significado de los conceptos e incluso, los hace sinónimos cuando en realidad contienen significados diferentes aunque compartan la misma esencia. La palabra ética proviene del vocablo griego "ethos" cuyo significado original es "estancia", o lugar donde se habita. Posteriormente, Aristóteles redefinió este significado llegando a identificarlo con la manera de ser de las personas, es decir, su carácter.

Así, la ética era como una especie de segunda casa o naturaleza; una segunda naturaleza adquirida, no heredada como lo es la naturaleza biológica. De esta concepción se desprende que una persona puede moldear, forjar o construir su modo de ser o ethos.

Habría entonces que explicar una primera interrogante sustantiva: ¿Como se adquiere o moldea este "ethos", o esta manera de ser? Y la respuesta más adecuada es que el hombre la construye mediante la creación de hábitos, hábitos que se alcanzan por repetición de actos, los que convertidos en costumbres, logran hacer del hombre una persona buena y con alto sentido del bien.

De ahí la validez del aforismo: "Siembra una acción y cosecharás un hábito; siembra un hábito y cosecharás costumbres, siembra costumbres y cosecharás un carácter; siembra un carácter y cosecharás un destino". Esto significa que cada persona es aquello en que sus hábitos le convierten, y por lo tanto, cada quien es libre de elegir sus hábitos y con ello, definir su propio destino de vida.

Por su parte, la palabra "moral" se deriva de la expresión latina moralis, que derivada de "mos", en plural mores, cuyo significado es "costumbre". Con la palabra moralis, los romanos recogían el sentido griego de ethos: las costumbres también se alcanzan a partir de una repetición de actos. A pesar de este profundo parentesco con el concepto de ética, la palabra moralis tendió a aplicarse a las normas concretas que han de regir las acciones. Así, pues, desde la etimología, hay poca diferencia entre ética y moral.

Una y otra hacen referencia a una realidad semejante, sin embargo hoy, pese a que a menudo se usan de manera indistinta como si fuesen sinónimos, se reconoce que tienen significados divergentes.

Tan antiguo como la misma humanidad es el interés por regular, mediante normas o códigos, las acciones concretas de los humanos; en todas las comunidades, en todos los pueblos, sociedades o culturas encuentran prescripciones y prohibiciones que definen su moral. Junto al nacimiento de la filosofía apareció otro tipo de interés, el de reflexionar sobre las normas o códigos ya existentes, comparándolos o buscando su fundamento. Estos dos diferenciados niveles de interés o de actividad humana constituyen lo que conocemos hoy, respectivamente, por moral y ética.

La moral es un conjunto de juicios relativos al bien y al mal, destinados a dirigir la conducta de los humanos. Estos juicios se concretan en normas de comportamiento que, adquiridas por cada individuo, regulan sus actos, su práctica diaria.

Ahora bien, ni las normas o códigos morales se proclaman como el código de circulación, ni cada persona asume o incorpora automáticamente el conjunto de prescripciones y prohibiciones de su sociedad, ni cada sociedad o cultura formulan los mismos juicios sobre el bien y el mal.

Es por todo eso que la moral a menudo es un conjunto de preguntas y respuestas sobre qué debemos hacer si queremos vivir una vida humana, es a decir, una vida no con imposiciones sino con libertad y responsabilidad. La ética, por otro lado, es una reflexión sobre la moral. La ética, como filosofía de la moral, se encuentra en un nivel diferente, se pregunta por qué consideramos válidos unos y no otros comportamientos; compara las pautas morales que tienen diferentes personas o sociedades buscando su fundamento y legitimación; investiga lo qué es específico del comportamiento moral; enuncia principios generales o universales inspiradores de toda conducta; crea teorías que establezcan y justifique aquello por el que merece la pena vivir. La moral da pautas para la vida cotidiana, la ética es un estudio o reflexión sobre qué origina y justifica estas pautas. Pero las dos, si bien son distinguibles, son complementarias.

Del mismo modo que teoría y práctica interaccionan, los principios éticos regulan el comportamiento moral pero este comportamiento incide alterando los mismos principios. A menudo los conflictos de normas morales que aparecen cuando tenemos que tomar decisiones son el motor que nos impulsa a una reflexión de nivel ético. Es por ello que el Dr. José Luis López Aranguren, 1966, reconociendo la vinculación entre teoría y práctica, llama a la ética moral pensada y a la moral, ética vivida. JM. Desde la Universidad de San Miguel
udesmrector@gmail.com

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