sábado, 12 de abril de 2008

Reflexiones

VIGILANDO NUESTRA VIDA INTERIOR

Jorge Meléndrez

Hace algún tiempo, allá por mis años mozos, leí un extraordinario libro intitulado “Eleva tú Corazón” cuyo autor, Monseñor Fulton J. Sheen, entonces Obispo Auxiliar de Nueva York, decía que en la historia de todos los hombres, siempre podremos encontrar la extraña mezcla de dos personalidades, una que significa el “Ego”, y la otra el “Yo”, donde el ego viene a ser lo que pensamos que somos y el yo, lo que realmente somos. El decía que el ego “…es como un niño consentido que por lo general se muestra petulante, mimado y alborotador y que representa de alguna manera el origen de nuestros errores en la vida, en tanto que el yo, viene a ser nuestra personalidad hecha a imagen y semejanza con Dios”.

Todo lo plasmado en el libro, se resume en la necesidad de vigilar de manera permanente nuestra vida interior, con el firme propósito de que el yo no sea vencido por el ego, y en consecuencia, podamos reflejar en nuestra vida diaria, una personalidad madura y responsable.

Traigo a colación esta vieja lectura formativa, por que podemos advertir en nuestro diario convivir, que aún los seres humanos no aprendemos la lección y seguimos cometiendo los mismos errores e incluso en mayor medida y grado que en años anteriores, pues en la actualidad se han rebasado todos los límites de la conducta humana, con los efectos que hoy podemos ver en la convivencia diaria.

Hay una breve historia que nos refleja muy bien esta metáfora del ego y el yo, y que está referida a una charla de un viejo cacique de una tribu india con sus nietos acerca de la vida. La historia dice: “El Abuelo que había sido en gran guerrero, les decía con toda la sabiduría de un hombre que vive la plenitud de su edad madura, que en la actualidad solo estaba dedicado a librar una vieja batalla entre dos lobos que anidan en su corazón, donde uno de los lobos representa todos los males como son: maldad, temor, ira, envidia, dolor, rencor, avaricia, vanidad, arrogancia, culpa, resentimiento, inferioridad, mentiras, orgullo, competencia, superioridad, egolatría entre otros muchos más, en tanto que el otro lobo, significaba: bondad, alegría, paz, amor, esperanza, serenidad, humildad, dulzura, generosidad, benevolencia, amistad, empatía, verdad, compasión y fe. Ante esto, uno de los nietos más pequeños le preguntó: --Abuelo, y no es posible que solo exista un lobo? A lo que dulcemente le contestó: ¡No hijo mío! Así fuimos creados por los dioses, para que con nuestra propia libertad de conciencia decidiéramos como vivir nuestra vida? Añadiendo: ¡De hecho, esta misma pelea esta ocurriendo continuamente dentro de ustedes y dentro de todos los seres de la tierra! Aquellos pequeños se quedaron pensativos, y de nuevo el más pequeño le preguntó:--Abuelo, ¿Y cual de los dos lobos ganará la batalla? Y el viejo cacique respondió simplemente: ¡El que alimentes! (Fin de la historia)

Resulta paradójico que algo tan extraordinario y valioso como es la vida interior, pierda día a día la importancia que tiene para ser realmente felices. Vivimos alejados de nosotros mismos dentro de esta sociedad cargada de estímulos, de actividades y de bienes materiales, y olvidamos o evitamos buscar en nuestro interior, aquello que trasciende lo material, lo superficial y rutinario. Vivimos luchando constantemente por objetivos externos, no obstante, algo más difícil y más valioso se nos pasa por alto, conquistar la paz interior, la serenidad, en último término, la felicidad y con ello la sabiduría.

Debemos tomar conciencia de que en la medida en la que dejamos de vivir una vida interior sana y apegada a principios de espiritualidad y entrega a un Ser Supremo, nuestras cualidades y virtudes se van atrofiando por vivir una vida apegada al ego y alejada del yo verdadero. Alimentemos al yo con el fin de vencer al ego. JM. Desde la Universidad de San Miguel.

udesmrector@gmail.com

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