sábado, 12 de abril de 2008

Reflexiones

ACERCA DE LA FE Y LA CONFIANZA

Jorge Meléndrez

El hombre de todos los tiempos, ha sentido la necesidad de elevar su pensamiento a niveles que van más allá de su entendimiento de lo evidente, de tal manera que pueda satisfacer su curiosidad por todo aquello que desconoce. Esto ha sido así y ha propiciado todos los avances en la ciencia hasta ahora conocidos.

Fue René Descartes (1596-1650) padre de la filosofía moderna, quién tuvo el mérito de establecer como método esencial de análisis de la realidad, el llamado “discurso del método, o duda metódica” el que en esencia significa la búsqueda imperiosa de la verdad, misma que sirve de base para construir un conocimiento verdadero e indubitable.

En efecto, ésta necesidad filosófica llevó al filósofo, al descubrimiento de un método que hasta la fecha, nos ayuda a no aceptar como verdadero todo lo que se nos presente con la mas mínima muestra de error o considerar falso todo aquello de lo que dudamos que sea verdadero. Desde entonces, este método, ha sido para el hombre, una garantía para el uso correcto de la razón.

Descartes a través de su duda metódica y de manera radical, nos dice que hay que llegar con la duda hasta el último extremo, en donde esta se convierte en el opuesto y pase a ser una verdad indubitable. El conocimiento que por este método se logra, nos lleva como consecuencia a un acto de fe sobre lo que conocemos, sin embargo, aún nos queda como siguiente paso, obtener la “confianza” plena de que dicho conocimiento es válido y verdadero. De ahí que fe y confianza tengan una connotación diferente pero complementaria. Veamos porque.

El término “fe”, viene del latín (Fides), que significa “confiar”, y es ampliamente utilizado en la terminología religiosa y sobre todo, relacionado con las virtudes del hombre cristiano, ya que su significado se define como “…aquella fuerza interior que permite al hombre someterse a las situaciones más adversas de su vida siempre en relación con el ser supremo”.

Por su parte, el término “confianza” viene de la raíz latina (Fiducia) y se traduce como “…la creencia en que una persona o grupo sea capaz de actuar en el contexto de una determinada situación y circunstancia”. En este sentido, la confianza se verá más o menos reforzada en función de las acciones que el hombre realiza de acuerdo al nivel y grado que de manifiesta de fe.

Por lo tanto, si tomamos en cuenta que fe y confianza son dos términos que están sustentados en la verdad (veritas) podemos concluir entonces que todo hombre de fe es digno de confianza por el simple hecho de que se conduce de forma virtuosa con la verdad, y que de alguna manera, es una persona que está en camino de ser sabio, porque sabe cómo cumplir con los objetivos que le han marcado y que él mismo está conforme y profundamente convencido de ello. El virtuoso de la fe sabe cómo poner a los demás de su lado y los lleva a alcanzar un objetivo común que al final es el indicado por Dios como Ser Supremo.

La fe, es también conocida como una virtud infusa dada al hombre por el ser supremo, y por lo mismo, es una avasalladora fuerza interior, mediante la cual, el hombre llega a realizar todas aquellas cosas que sean para bien de si mismo y de los demás, motivo por el cual, ese hombre se convierte en una persona digna de confianza.

Contrario sensu, quién solo actúa a favor de si mismo por motivos de egoísmo, es una persona no digna de confianza y por lo tanto, nadie puede creer en él, ni en sus acciones ni en sus pensamientos, los que por lo general se reflejan por razonamientos intrincados y sofistas, donde su llamada “búsqueda de la verdad”, es solo una necesidad de su ego interno.

Por lo tanto, la fe y la confianza son dos virtudes dignas de ser practicadas de manera diaria, en la búsqueda de la verdad, confiando siempre que Dios esta de nuestro lado cuando las actitudes y las acciones lo glorifican.

Los seres humanos de este siglo y los anteriores, hemos buscado siempre la verdad como medio para lograr un mundo mejor, un mundo más humano. Decimos la verdad o al menos, procuramos decirla, porque estamos conscientes de que es el mejor medio para vivir en armonía y por que amamos y respetamos a los demás que buscan con nosotros ese mundo mejor.

Si no decimos la verdad, y si ni siquiera la buscamos, el mundo se deteriora hasta convertirse en un infierno porque se entroniza entonces el más burdo poder. Debemos vivir las virtudes morales de la fe, la confianza y la verdad, como verdaderas expresiones de nuestros actos en honor a Dios y en beneficio de otros. De esta manara, podremos llegar a ser unas personas sanas, satisfechos con nosotros mismos y relativamente felices. Amigo(a) lector(a), no dejes de vivir la esperanza de una mejor vida a favor de sí mismo y de los demás con fe en Dios y confianza en ti mismo (a). JM Desde la Universidad de San Miguel.

udesmrector@gmail.com

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