miércoles, 13 de febrero de 2008

Reflexiones

LAS CUATRO PUERTAS DEL ALMA

Jorge Meléndrez

En los tiempos actuales, una gran parte de la humanidad vive una tremenda soledad por el simple hecho de que ha abandonado la idea de Dios en sus vidas. Ese abandono no significa de manera alguna que ÉL se haya alejado de nosotros, sino todo lo contrario, al hecho de que permitimos que a nuestras vidas lleguen más fácilmente las palabras que el maligno nos dicta y con las cuales orienta nuestras conductas y actitudes. Las asimilamos así, por el simple hecho de que nuestros sentidos están más atentos a las cosas materiales y superfluas que a las que tienen que ver con la espiritualidad.

Al respecto, deseo comentar que hace algunas semanas asistí a una charla conferencia impartida por un Pastor de la Iglesia Cristiana, cuyo tema me pareció atractivo en si mismo, lo que pude comprobar con el contenido disertado. Una de las cosas que llamó mi atención fue el concepto de que el ser humano rige su vida de acuerdo a un modelo de “cuatro puertas en el alma”, el que puede resumirse en la permanente intervención de Jesucristo en la vida de los hombres y cuya muerte tuvo el significado de limpiar el alma de todo lo insano. Es decir: 1. Liberarnos de toda atadura ancestral, 2. Limpiar las impurezas del alma, 3. Sanar nuestras heridas, Perdonando los pecados y las ofensas y 4. Dar la Paz a través de la palabra.

Esto es en resumen, sin embargo, habría que comentar en que consiste la metáfora de las cuatro puertas, con el fin de entender mejor como es que Jesucristo interviene en nuestras vidas.

En primer lugar, debemos de aceptar que una de las puertas que es necesario cerrar para estar en paz con Dios, es la que tiene que ver con todo aquello que nos fue heredado por nuestros ancestros, quienes por falta de un metódico acercamiento a la palabra de Dios, practicaban actos y rituales de magia y ocultismo, condición que ha venido quedando a través de las generaciones posteriores como creencias en mitos, cartas astrales, tarot, adivinaciones, hechicería, magia blanca, ouija entres muchas otras prácticas que las sociedades modernas de todas las edades han practicado alguna vez con mas o menos entusiasmo.

En la medida en la que nos aferremos a este tipo de prácticas de manera inconsciente o no, vamos dejando abierta la puerta para que el maligno permanezca en nuestras vidas dictándonos conductas ya actitudes contrarias a las indicadas por la palabra escrita en el viejo y el nuevo testamento. Basta decir que somos presa fácil de todo aquello que nos significa “comodidad” en nuestra religiosidad, pues hacemos oídos sordos a todo aquello que se nos indica como prohibido.

La segunda puerta, y que al igual que la anterior debemos empezar a cerrar en nuestra vida, tiene que ver con las herencias que registramos en nuestro código genético, las que al igual que las anteriores, significan ataduras en nuestra vida, pues nos condicionan de manera no consciente, a seguir los pasos, de nuestros ancestros inmediatos como son padres, abuelos y bisabuelos. Ese tipo de ataduras tienen que ver con prácticas poco sanas como son los malos hábitos de nuestra vida, y que no nos permiten crecer y desarrollarnos sanamente.

La tercera puerta, tiene que ver mucho más con el ámbito de nuestras actitudes cotidianas y que de alguna manera, nos alejan de la práctica permanente de la palabra de Dios y de su cercanía personal. Aquí entran todos los actos voluntarios o involuntarios que llevamos a cabo y que la iglesia los cataloga como pecados que deben ser confesados en un “Mea culpa” personal frente a Dios o a través de un sacerdote confesor quien puede otorgar la absolución de los mismos. Esta es una de las puertas más difíciles de cerrar, pues implica renunciar a todos aquellos malos hábitos de vida como son los egos que se pegan a nuestro ser y forman parte de nuestro modo de vida cotidiano. Se requiere de una gran fuerza de voluntad y de un permanente encuentro con Jesús y su palabra, único ser que nos conforta el alma después del arrepentimiento.

La cuarta puerta se refiere a todas las heridas del alma que recibimos a lo largo de nuestra vida, muchos de los cuales, quedan como recuerdos dolorosos de nuestra infancia y que por alguna razón no alcanzamos a resolver de manera consciente. Este tipo de herencias, tienen que ver con emociones negativas como el miedo a la vida, las fobias, los temores a lo desconocido entre otros, que muchas ocasiones requieren de intervención de especialistas en el ámbito de la psicología transpersonal o existencial.

Estoy seguro que siguiendo este sencillo modelo de vida, y aprendiendo a cerrar oportunamente cada una de éstas puertas, tendremos una vida más apacible, más cercana a Dios y sobre todo, más llena de satisfacción personal y por ende de felicidad. JM Desde la Universidad de San Miguel

udesmrector@gmail.com

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